En 1814, miles de mujeres fueron privadas de su libertad en Pénjamo, Guanajuato pues se pensaba que así los rebeldes vinculados a ellas dejarían las armas. Lee más sobre esta estrategia durante la guerra por la Independencia.

En el año de 1814, en plena guerrilla insurgente en el Bajío, por órdenes del coronel Agustín de Iturbide se apresaron a cientos de mujeres en Pénjamo, Guanajuato. Algunas de ellas radicaban en la hacienda de Barajas y rancherías colindantes, otras eran oriundas de la cabecera municipal. Su detención y encarcelamiento fue una estrategia que buscaba la pacificación de la zona, pues se pensó que haciendo presas a las mujeres con las que los rebeldes estaban vinculados, estos dejarían las armas. Cosa que no ocurrió. 

Las mujeres detenidas pasaron años privadas de su libertad, hubo algunas que permanecieron presas hasta la consumación de la independencia en 1821. Esta acción significó un caso temprano de violación a los derechos de las mujeres, ya que fueron aprehendidas sin una acusación formal, sin un proceso penal y ni tampoco una ejecución de la sentencia.

La lucha por la independencia en Pénjamo

El domingo del 16 de septiembre de 1810, el cura Hidalgo hizo un llamado a sus feligreses de la villa de Dolores para tomar las armas en contra del régimen español. La noticia de una revuelta corrió como agua y para el 18 de septiembre ya lo sabía el intendente Riaño en Guanajuato; de la misma manera, los rumores de una insurrección debieron llegar muy pronto al Bajío. Numerosos ciudadanos y, sobre todo, pequeños arrendatarios y trabajadores de las haciendas de la zona se unieron a la causa. Cada asentamiento rural proporcionaba nuevos insurgentes, y así fue como ocurrió en Pénjamo.

Para el año de 1814, en Pénjamo se contaban con líderes insurgentes que comandaban la guerrilla, misma que ya superaba los dos mil quinientos hombres. Además, al ser esta una zona fronteriza con Michoacán y Jalisco (Valladolid y Nueva Galicia, en aquella época), era de suma importancia para las fuerzas realistas recuperar el control de la región. Desde comienzos de la guerra habían ocurrido enfrentamientos, más no se habían logrado derrotar a los insurgentes, ya que conocían muy bien el terreno en el que peleaban y contaban con el apoyo de muchos pobladores. Fueron muchas las estrategias utilizadas por los realistas para combatir la guerrilla, por ejemplo, se desalojaban a los pobladores de las zonas en disputa para su restablecimiento en lugares controlados por el gobierno, se incendiaban todos los asentamientos dispersos y los sembradíos cercanos a las zonas insurgentes, y también se hicieron ofrecimientos de amnistía. No obstante lo duros que suenan estos arbitrios, existió uno que sobrepasó los límites: el detener a las mujeres vinculadas con los insurgentes.

Las mujeres en la guerra por la Independencia

La participación femenina en los periodos de guerra, a diferencia de lo que se cree, ha sido muy activa. Prácticamente en todos los conflictos armados, las mujeres han tenido cabida; ellas estuvieron presentes durante la Revolución Mexicana y lo mismo ocurrió un siglo atrás, durante la guerra por la Independencia. A lo largo de este periodo, muchas mujeres apoyaron a los insurgentes, algunas continuando su papel tradicional de compañeras de los hombres: los acompañaban en sus andanzas para ser el soporte preparando los alimentos, cuidando de los heridos y enfermos, buscando víveres y resguardando los campamentos. Mujeres más acomodadas apoyaron económicamente a la causa comprando armas, alimentos y ropa para las tropas, así como amparando a las viudas y huérfanos de la guerra.

Pero, algunas otras salieron de sus cotidianos roles de género y sirvieron como espías, sedujeron a las tropas rivales, contrabandeaban armas y cartas con información importante, como fue el caso de Tomasa Esteves y Bernarda Espinoza, e incluso hubo algunas que lucharon junto a los hombres. Todas estas acciones eran consideradas como “rebeldes” y,  por tanto, merecían un castigo, mismo que podía ir desde la cárcel hasta la pena de muerte.

A razón de ello, el realista Iturbide escribió sobre ellas lo siguiente:

Esta clase de mujeres, en mi concepto, causan a veces mayor mal que algunos de los que andan agavillados, por más que se quieran alegar leyes a favor de este sexo, que si bien debe considerarse por su debilidad para aplicarle la pena, no puede dejarse en libertad para obrar males, y males de tanta gravedad y trascendencia: considérese el poder del bello sexo sobre el corazón del hombre, y esto sólo bastará para conocer el bien o el mal que pueden producir.

La detención de mujeres en Pénjamo

En octubre de 1814, el capitán Agustín de Iturbide publicó un bando en la hacienda de Villachuato en el que ordenaba la aprehensión de las mujeres relacionadas con los insurgentes:

 Los malos deben ser segregados de los buenos (…) 1º. Que las mujeres e hijos menores de los maridos y padres que siguen el partido de los rebeldes, ya sea en clase de cabecillas, ya en la de simples insurgentes, seguirán la suerte de aquellos (…) 3º. El que contraviniere, y fuere encontrado  por las tropas a mi cargo, u otro lugar, que no sea en compañía de su marido, o padre, será castigado con todo el rigor de la ley.

Así, a través de esta idea Iturbide suponía que encarcelando a las mujeres y niños emparentados con los insurgentes, éstos regresarían a sus hogares dejando las armas. Y de este modo más de cien mujeres fueron detenidas en la jurisdicción de Pénjamo: algunas tomadas por sorpresa, otras aprehendidas mientras realizaban sus labores diarias ya sea en sus hogares o en sus trabajos, para ser trasladas a Irapuato y Guanajuato en donde se mantuvieron presas en las casas de Recogidas. La historiadora María Garrido menciona que se aprehendieron a un aproximado de trescientas mujeres, mismas que estuvieron privadas de su libertad por más de dos años, pese a que solicitaron auxilio a las autoridades en múltiples ocasiones; aunque también resultó que algunas permanecieron presas hasta 1821. Muchas de las detenidas, en efecto, eran partidarias de la revolución o resultaban ser familiares de los rebeldes, como fue el caso de Francisca Uribe y María Bribiesca; pero también resulta muy probable que muchas de las detenidas fueran inocentes y no prestaran apoyo a los insurgentes,[1] principal acusación de Iturbide, o no se dedicaran a la prostitución, otra de las acusaciones que les hizo, pues se sabe que la gran mayoría de ellas trabajaban cuidando del hogar o en las labores del campo; lo cierto es que la principal causa por la que fueron detenidas fue el ser mujer vinculada por parentesco, amistad o vecindad con rebeldes.

Al parecer esta medida no obtuvo los resultados deseados, puesto que fueron muy pocos los hombres que dejaron las armas para exigir la libertad de sus madres, hermanas o esposas. Al contrario, los rebeldes mostraron un encarecido enojo: quemaron cada tres meses los sembradíos de las haciendas y poblados realistas, bajo amenaza de muerte prohibieron la salida de víveres de las zonas que estaban bajo su poder y, además, declararon el exterminio y muerte a cualquier partidario del régimen. De tal suerte, Iturbide emitió un nuevo bando en el que dictaminaba incendiar a todas las poblaciones donde hubiese simpatizantes de la independencia y, a la vez, amenazaba con fusilar a muchas de las mujeres que tenía en su poder. Pese a sus amagos, no se tiene evidencia de la ejecución de las detenidas; sin embargo la mera privación de la libertad de éstas y el desprestigio a sus personas al juzgarlas como prostitutas, vagas o asesinas fue una muy cruel e ilegal estrategia de guerra, misma que contribuyó a generar un mayor descontento social con respecto al régimen. La manera ilegítima de actuar por parte de Agustín de Iturbide, una figura de autoridad, favoreció a la ya creciente pérdida del consenso político.


[1] De acuerdo con Matthew Robinson, de las 114 mujeres presas en Irapuato, la mitad de ellas no estuvieron vinculadas con algún rebelde. 

Fuentes:

  • Garrido Asperó, María José. “Entre hombres te veas: las mujeres de Pénjamo y la revolución de Independencia”, en Disidencia y disidentes en la historia de México (formato PDF), coordinación y edición de Felipe Castro Gutiérrez y Marcela Terrazas, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2003. Disponible en: http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/407/disidencia_disidentes.html (consulta: 28 de diciembre de 2021).
  • Tapia Mejía, Georgina. “La detención de mujeres en Pénjamo, Guanajuato, 1814”, tesis para obtener el grado de Maestra en Historia del Pensamiento, Universidad Panamericana, México D.F, 2011.
  • Tutino, John. “Soberanía quebrantada, insurgencias populares, y la independencia de México: la guerra de las independencias, 1808-1821” en Historia Mexicana, El Colegio de México, Vol. 59, Núm. 1 (233), julio-septiembre, 2009.